Parte del grupo de cuarenta y siete trabajadores que fueron despedidos la semana pasada del frigorífico “Open Sea”, propiedad del empresario pesquero Juan Taranto, en el Parque Industrial, asistió a la delegación local del Ministerio de Trabajo bonaerense donde expusieron la violencia a la que fueron sometidos por un grupo de patovicas al momento de retirar sus pertenencias de la planta y acordar las indemnizaciones.
El Ministerio intervino de oficio luego que se enteraran por los medios del cierre del frigorífico y la existencia de acuerdos individuales que se presentaron en sede judicial y que ahora deberán ser homologados.
El grupo está disperso en las puertas de la Delegación, pero se agrupan para la foto del reportero gráfico de Revista Puerto. Hace un rato que Julieta va contando detalles de cómo se fueron desencadenando los hechos luego que el SOIP los convocara el miércoles pasado para anticiparles que Open Sea bajaba la persiana y quedaban en la calle.
“Cuando llegamos ni siquiera nos dejaron entrar a buscar nuestras cosas. Había un grupo de patovicas que nos intimidaban y nos decían que lo único que tenían para darnos eran balas”, cuenta Julieta.
“Nosotros bloqueamos de manera pacífica el acceso del portón para que no saquen la mercadería antes del acuerdo. Pero era el lugar donde trabajamos en los últimos dos años. Tuvimos que entrar a buscar tazas y platos acompañados por estos violentos, como si fuésemos delincuentes. Nosotros solo queríamos defender nuestro trabajo”, explicó uno de los peones, que prefirió no dar siquiera su nombre.
“No dejaron siquiera que nos llevemos los delantales y las botas. Los tiraron a todos por una ventana y tuvimos que andar, culo para arriba, cada uno viendo cuáles eran sus cosas y cuáles las de sus compañeros. No nos merecíamos una cosa así, pero a la empresa nunca le importamos”, cuenta Daiana.
Los relatos se van sumando, siempre con el pedido de no mencionar el apellido para no quedar en alguna lista negra que les complique aún más el futuro laboral.
Con la presencia de estos patovicas y el abogado Rubén Galante, cada trabajador arregló la cifra que pudo y en las cuotas que impuso la patronal. “Hay una compañera embarazada a la que le ofrecieron dieciocho cuotas; a otras en ocho, en diez, también hay algunos que les ofrecieron en menos, tres y cuatro cuotas”, contó Julieta.
Desde la cartera laboral aseguraron que pudieron intervenir para que la empresa reduzca el número de cuotas que le correspondían a la trabajadora embarazada “a la mitad”, y también acortó los plazos en otros cuatro casos.
“Les dijimos que no podíamos homologar un acuerdo como ese y que podían hacer la denuncia penal por los apremios que sufrieron en el frigorífico, pero no creo que nadie lo haga… lamentablemente juegan con la desesperación de la gente”, reveló una fuente de la cartera laboral.
Los trabajadores identifican una causa común en la crisis que se desató en Open Sea: Silvia Martínez. “Es la encargada y excompañera nuestra. Es una persona con muchos problemas y que generó problemas entre nosotros. Pedimos que la designen en otras funciones, pero no quisieron y hoy estamos todos despedidos”, remarca Daiana.
Luego de la inspección del Ministerio de Trabajo en abril pasado, cuando detectaron obreros no registrados y al día siguiente, obreros escondidos en un contenedor, expediente que todavía no tiene resolución ni multa determinada, el propietario de la empresa se comprometió a registrar a los trabajadores.
“En realidad se comprometió ante el sindicato y los trabajadores, acá en el Ministerio nunca logramos que firme nada”, revelaron en sede de la cartera laboral.
Eso pareció quedar claro en la voz de los propios obreros de Open Sea. “En julio vinieron (desde la empresa) con que teníamos que asociarnos a la cooperativa Alvarado, el que no firmaba sería despedido. Hubo quince compañeros que se negaron, pero igual todos terminamos en la calle unos días después”, acotó el peón.
En estos dos años de relación laboral en el frigorífico envasaron filet de merluza que ya llegaba cortado desde otro establecimiento, descabezaron langostino, clasificaron corvina y calibraron calamar.
“El año pasado con la zafra de langostino y sumando a los changas, llegamos a ser ochenta en la línea de producción”, aseguró Daiana, en tanto reveló que también habían despedido a los camaristas y esa tarea la estaban haciendo ahora algunos estibadores.